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martes, 11 de febrero de 2014

Pepita de oro de 300.000 dólares encontrada en Australia

Buscar pepitas de ORO.

¿Aún es posible dar con un arrollo cargado de pepitas o polvo de ORO?

¿Existen arenas auríferas cerca de nosotros?


    ¿Quien no se ha hecho nunca una de estas preguntas?


    La respuesta a ambas es, por regla general:


    SI.


    Sólo que no esperemos dar con grandes riquezas... aunque nunca se sabe... y si no que se lo cuenten a ese buscador australiano que salió a probar suerte con su detector Garrett y dio con una pepita más grande qué un pie del número 45 valorada en más de un millón de dólares USA...



    Los detectores de metales son  una herramienta, si no indispensable, si al menos extremadamente útil en este tipo de búsquedas.


    Cómo ya dijimos, antaño aquel que quería probar suerte, cogía una batea y se iba a lavar arena y grava... y lavaba y lavaba sin la menor certeza de encontrar nada, aún estando en terreno aurífero.


    Hoy, con el auxilio del detector de metales es muy sencillo localizar pepitas, y aún bolsas de arena negra con contenido aurífero:


    Basta buscar una señal con el detector, para las pepitas, o una caída del sonido de fondo (o una subida, en algunos casos), para la arena negra.


    Cuando nos enfrentemos a nuestro primer intento de buscar y encontrar oro nativo, el detector de metales adecuado será una herramienta inestimable. Debe tratarse de un aparto con un buen ajuste de tierra (Automático o manual) con sonido de fondo (Threshold) y capaz de funcionar en modo "All Metal"... pero ni aún el más caro y mejor detector de metales del mundo podrá encontrar nada donde no hay nada que buscar....


    ...Así que, cómo en la inmensa mayoría de ocasiones en que de buscar tesoros se trata, la principal garantía de éxito es una buena labor de información:


    Hay que averiguar DONDE hay o hubo oro:


    De donde se extrajo en la antigüedad... o donde hay condiciones geológicas para que exista cerca de la superficie.


    Para lo primero, hay que dirigirse a las bibliotecas y a los departamentos de historia antigua de las universidades de tu zona, para lo segundo hay que conseguir planos geológicos, lo que también se puede obtener en algunas bibliotecas universitarias y en departamentos de geología. También se venden al público, pero no es aconsejable que compres ninguno, al menos hasta que los hayas tenido en la mano en alguna biblioteca y veas si eres capaz de entenderlos y usarlos:


    Son mucho más complicados que los mapas de carreteras y algo más que los militares o geográficos... y no precisamente baratos.


    Bueno, supongamos que ya "sabemos" donde hay, ha habido, o debe de haber oro... ahora es el momento de desplazarnos y ver las cosas sobre el terreno:


    ...Y aquí es donde de verdad comienzan los problemas:


    Es muy fácil ver las cosas sobre un plano, pero sobre el terreno cambian bastante.


    Imaginemos que hemos llegado junto a nuestro río o arroyo supuestamente aurífero. Es indudable que podemos comenzar a tomar muestras de cualquier sitio y dar con oro... así cómo también es indudable que podemos comprar un billete de lotería y obtener un gran premio...


    Pero en el caso del oro tenemos algo más de ventaja que con la lotería si sabemos donde hemos de mirar.


    El oro nativo aluvial, es decir, las pepitas, la arena o el polvo de oro arrastrados por el agua de lluvia, o de deshielo, o por las corrientes de los ríos y arroyos, sigue en su desplazamiento y deposito, en teoría, unas reglas físicas bastante elementales (Otra cosa es en la práctica, claro).


    Algunas de estas reglas son tan sencillas que casi parecen una perogrullada... pero aún así y todo siempre hay alguien que comete el error de pasarlas por alto, por lo que me voy a permitir enumerarlas y comentarlas y, para aquellos que ya las conozcan sobradamente, añadiré algunos comentarios o cosas curiosas que quizás os sirvan algún día.


    REGLA NUMERO UNO:

    El oro jamás "camina" corriente arriba.

    Parece una estupidez, ¿Verdad? Pero lo cierto es que muchísima gente, la primera vez que accede a un curso de agua que se sabe que es aurífero, espera encontrar oro en cualquier lugar del río... y esto no es necesariamente así:

    Ese oro erosionado de su deposito natural, bien por la corriente del río, bien por los arrastres de aguas pluviales o de deshielo, tiene su depósito original (mena, filón o un depósito fluvial mucho más antiguo) en alguna parte de la cuenca de ese curso de agua.

    Aguas abajo de esa posición encontraremos oro... pero aguas arriba NO. Por lo tanto, podemos desesperarnos buscando en el lugar equivocado cuando, limitándonos simplemente a desplazarnos unos cuantos kilómetros (O, en ocasiones, unos muchos kilómetros) aguas abajo estaríamos de lleno en una zona aurífera.

    Por lo tanto, si en tu primer ensayo no das con oro y tienes que decidir donde realizaras tu segundo ensayo, ESCOGE UN PUNTO AGUAS ABAJO DE TU PRIMER ENSAYO... a menos que exista un obstáculo físico aguas arriba que pueda retener el oro (Una presa, por ejemplo).

    * COMENTARIO:

    Este principio también sirve para localizar filones. La técnica es la siguiente:

        - En primer lugar se localiza un río aurífero.

        - Luego se comprueba que estamos aguas abajo del origen del oro, bien lavando arenas y gravas directamente, bien auxiliándonos de un detector de metales para su localización.

        - Una vez que tenemos la certeza de encontrarnos aguas abajo del origen del oro aluvial, ascendemos por el río, realizando ensayos en saltos de varios kilómetros, hasta el momento en que dejamos de encontrar oro:

    Entonces nos encontramos aguas arriba de la mena, y esta se encuentra en el tramo entre nuestra última muestra positiva y la primera negativa.

    El siguiente paso consiste en ir bajando por el río en diversos "saltos" (Lo normal es realizar el primer salto hasta un punto situado a mitad camino de la muestra positiva y la negativa, y así sucesivamente) para localizar lo más exactamente posible el punto donde el río comienza a portar oro.

    Una vez que sabemos el punto en el que el río unos metros aguas arriba ya no porta oro, abandonamos el río y realizamos una serie de catas en una y otra orilla (ATENCIÓN: Si ese punto coincide con una barrancada o afluente, antes comprobaremos el afluente, pues podría ocurrir que la mena se encontrase en su cuenca.) para ver en cual de ellas encontramos trazas de oro. Esas catas se suelen hacer a un mínimo de 50 metros del curso más alto del río, es decir, fuera de su cauce erosionado, por arriba de la zona más alta que se perciba que ha sido alcanzada por una crecida.

    Si en ninguna de las orillas encontramos trazas de oro podría ser que:

    - a) La mena está agotada.

    - b) La mena se encuentra en el mismo cauce del río.

    En cualquier otro caso encontraremos trazas de oro al menos en una de las orillas (Si sucediese que las encontramos en las dos orillas podría ocurrir que estuviésemos sondeando depósitos aluviales de la época en que el río discurría por ese nivel; tal y cómo ascendamos por las curvas de nivel desaparecerán de una ladera y sólo continuaran en la de la otra orilla... a menos que nos encontremos en un gran deposito cortado por la erosión del río, con lo cual tendremos mena en las dos orillas).


    Una vez que conozcamos por que orilla baja el oro, se van haciendo una línea de catas por la ladera, todas sobre la misma curva de nivel, espaciadas unos 50 metros entre sí, con lo que se ve si el oro baja la ladera en un arrastre amplio o si, por el contrario, proviene de un punto muy concreto:

    En ese caso, veremos cómo sólo extraemos trazas de oro de las catas centrales de nuestra línea (Si es así, enhorabuena, pues, seguramente has dado con un filón... si no, bueno, puedes haber dado con un depósito de oro disperso que bien puede ser toda la ladera que tienes bajo tus pies).


    En el caso de que sólo aparezca oro en las catas centrales, hay que centrar el punto de su origen. Esto se hace subiendo a otra curva de nivel y realizando otra línea de catas. Si se repiten los resultados de la primera o aún son menos y más centradas las catas donde se encuentran trazas de oro, al subir a la siguiente curva de nivel podremos dejar de hacer las catas situadas más en los extremos y centrarnos sólo en las correspondientes a la bajante donde encontramos trazas de oro más un par de catas estériles a cada lado de estas.


    Se sigue así subiendo por la ladera hasta que llegamos a una curva de nivel donde todas las catas vuelven a ser estériles:


    Entre esa curva de nivel y la anterior se encuentra el depósito del oro; por tanto nos desplazaremos a una curva de nivel intermedia entre la ultima productiva y la actual estéril, igual que hacíamos con los ensayos en el río, y haremos esto sucesivamente hasta dar con el origen de ese oro, cerrando cada vez más la distancia entre las catas, en lugar de disminuir su número.


    Esto, que en apariencia es bastante sencillo, requiere una gran cantidad de trabajo y esfuerzo:


    Piensa que las catas que se hacen en tierra pueden no ser superficiales:


    No se puede definir una profundidad para ellas. Eso depende de las condiciones del terreno, por eso las primeras catas resultan fundamentales, ya que al hacerlas en una y otra orilla hay que ir profundizando hasta que en una de ellas aparezcan trazas de oro.

    Luego, tal y cómo vamos ascendiendo a otras curvas de nivel en la ladera, debemos ir profundizando hasta que la cata situada directamente sobre una de las productivas produzca también o estemos absolutamente seguros de que no producirá, y de que la mena está entre esta y la ultima cata productiva.

    Siguiendo este procedimiento se llega a dar con el filón si existe . También podría ocurrir que no existiese un filón propiamente dicho, recuérdalo:


    Puedes estar sobre un deposito aluvial previo.


    REGLA NÚMERO DOS:

    El oro siempre busca el estrato más profundo posible.

    El oro tiene un gran peso específico (Esto quiere decir que su volumen, en relación a su peso, es relativamente pequeño.) y la consecuencia directa de esto es que jamás se queda sobre otros materiales sueltos:


    Tiende a desplazarlos para ocupar su lugar.

    (Puedes hacer un pequeño experimento casero para cerciorarte de esto: Llena un bote con una imitación de "suelo" formado por un puñado de harina, otro de sal, otro de arroz y otro de algunas legumbres secas, cómo garbanzos o habichuelas. También puedes añadirle algunas nueces, avellanas o almendras con su cascara integra. La harina y la sal cumplirán la función de dos tipos diferentes de arena, una más granulada y la otra más pulverulenta. El arroz el de pequeñas gravas, las legumbres las gravas de tamaño medio y los frutos secos los pequeños fragmentos de roca o las gravas mayores. Ahora, sobre la superficie de todo ello deja caer unas cuantas bolitas de plomo (Puedes conseguirlas en cualquier tienda de pesca) que serán las pepitas. Estas pueden ser de varios tamaños o de uno solo, a tu gusto, pero es aconsejable que, cómo mínimo, tengan el diámetro aproximado de una letra "o" de este texto (14) para que lo veas todo claramente. Tampoco es aconsejable que sean mucho mayores que un garbanzo: A más grandes sean el proceso es más lento. Ahora sólo queda poner nuestro entorno artificial sobre un acelerador artificial de la actividad sísmica.... que podría ser algo así cómo una lavadora en pleno centrifugado... o cualquier otra cosa que vibre. Una solución un poco más lenta es andar llevándolo de un lado a otro, dejándolo en todos los sitios que moleste para que la gente lo mueva y lo cambie de sitio. Depende de la opción que hayas escogido, al cabo de unas horas o de unos días, descubrirás que, incomprensiblemente, las bolitas de plomo han desaparecido de la superficie... e incluso es posible que hayan llegado al fondo. Si no, al cabo de otro plazo de tiempo lo harán.).


    Si tenemos en cuenta que en la naturaleza no sólo hemos de contar con las vibraciones sísmicas, si no que también actúan otros factores, tales cómo la saturación de humedad con el consiguiente reblandecimiento del sustrato, la congelación, la erosión, etc... es bastante comprensible que la cosa funcione en la naturaleza mucho más rápido, proporcionalmente hablando... y tu pepita virgen ha tenido unos cuantos millones de años para avanzar en su camino...


    Así pues, las pepitas que busquemos estarán más cerca del substrato más consistente.


    Los "auténticos" buscadores de pepitas llegan incluso a portar herramientas especiales en forma de "cucharas" extremadamente finas y alargadas, para hurgar en el interior de las más profundas grietas de las capas de roca. No dejes por tanto de profundizar en tu agujero hasta que des con una capa de roca, y comprueba siempre el material que esté sobre las piedras que encuentres: Una pepita puede haber "tropezado" durante su descenso con una piedra y haberse quedado detenida "momentáneamente" allí, a la espera que tu u otro la recoja... o que las circunstancias vuelvan a ser propicias para seguir su descenso. Lógicamente, por extensión, siempre que encuentres una pepita en un punto determinado, es más que aconsejable que profundices un poco más si es posible:


    Puede que al eliminar uno o dos pares de paletadas de tierra descubras que tu detector es capaz de darte la señal de alguna otra pepita en un substrato más profundo y rico en pepitas o polvo de oro, asentado sobre la roca virgen o sobre otro tipo de substrato más duro que los superiores.


    REGLA NÚMERO TRES:

    El oro arrastrado por una corriente de agua  suele depositarse en mayor medida DETRÁS DE LOS OBSTÁCULOS, antes que delante de ellos, pero prácticamente nunca, jamás, lo hace a su lado.

    Este es un principio físico bastante elemental:

    Las corrientes de agua, al tropezar con un obstáculo sufren una serie de perturbaciones. En primer lugar, frente al obstáculo se crea una zona de corrientes y contracorrientes que tienden a mover cualquier material depositado delante del mismo.

    Luego, al ocupar el obstáculo un lugar en el paso de la corriente, provoca una compresión y una aceleración de la misma entorno a él, por lo que si la corriente ya de por si llevaba bastante fuerza como para arrastrar nuestra pepita de oro, junto al obstáculo aún lleva más fuerza y/o velocidad, con lo que el deposito es prácticamente imposible.

    Por último, nada más superar el obstáculo, la corriente tiende a ocupar su lugar:

    Se expande, cambia su curso ligeramente, pierde algo de fuerza y, en muchos casos, se generan remolinos que facilitan que los materiales más pesados se depositen en el fondo, momento que aprovecha nuestra pepita "viajera" para "descabalgarse" de la corriente y ocupar su nuevo emplazamiento.

    Por lo tanto, jamás deberíamos de dejar de revisar las partes situadas aguas abajo de los obstáculos, tales cómo rocas, arboles, etc...

    Sin embargo, esto sólo es absolutamente cierto para los obstáculos no totalmente sumergidos y aquellos totalmente sumergidos que permiten que el agua pase por sus costados:

    Aquellos totalmente sumergidos que fuerzan al agua a pasar sobre ellos pueden actuar cómo los "rifles" de un canal de lavado, haciendo que sólo los materiales más ligeros pasen sobre ellos y reteniendo delante de si mismos a los más pesados.

    En particular interesantes, pero por otros motivos, son las pozas donde el agua reduce su velocidad, sobre todo si están situadas después de un salto, y permite que los arrastres de materiales más pesados caigan al fondo.

    El mismo río, al doblar su curso, va creando "trampas" naturales donde el oro puede depositarse a raíz de principios tan conocidos como la fuerza centrífuga, así pues todos los meandros son, potencialmente, lugares interesantes para prospectar... pero no nos confundamos:

    La fuerza centrífuga hace que el agua se acelere por la parte externa de la curva (Qué es por donde los meandros suelen llevar más caudal) lo que provoca que el oro se deposite en la parte interna de la curva, donde la corriente pierde su velocidad, es decir, al inicio del meandro.

    Otra zona interesante son las raíces superficiales de arboles y otras plantas residentes en las orillas:


    Si son lo suficientemente tupidas pueden actuar a modo de miles de pequeños obstáculos creadores de turbulencias que facilitan el depósito de oro en sus inmediaciones.


    Sinceramente, confío en que alguna de estas simples normas os ahorre horas de trabajo. Desde aquí os anticipo que en mis próximos artículos sobre la búsqueda de oro hablaremos de otra serie de cosas peculiares que, normalmente, son desconocidas por la mayoría de los buscadores.